martes, 29 de octubre de 2013

HISTORIA DE LOS NIÑOS

Crecer en la verde y cautivante ciudad de Seattle durante los años
setenta era una experiencia idílica, pero el verdadero deleite llegaba
en el verano, cuando mi familia y yo amontonábamos los bártulos de
camping en la camioneta y enfilábamos hacia la deslumbrante Cordillera de las Cascadas. Como en aquellos días aún no había dvd en el
asiento trasero, durante el viaje miraba por la ventanilla y me sumergía en una atenta contemplación del paisaje. Año a año notaba que
los minicentros comerciales y las casas se extendían un poco más lejos, mientras que los bosques iban menguando y empezaban más
adelante. ¿Adónde iban a parar mis adorados bosques?
Encontré la respuesta a esa pregunta unos años más tarde en la ciudad de Nueva
York, ni más ni menos. El campus del Barnard College, donde cursaba mis estudios sobre medio ambiente, estaba en la calle 116 Oeste del Upper West Side de
Manhattan,y mi dormitorio en la calle 110 Oeste. Todas las mañanas, recorría las
seis cuadras con paso cansino, con la mirada fija en esos montículos de basura
que festonean las calles de Nueva York al romper el alba. Diez horas más tarde,
cuando caminaba de regreso a mi residencia de estudiantes, las aceras estaban
vacías. La cuestión me intrigaba. Comencé a fisgonear para ver qué había en esas
interminables pilas de basura. Increíble… En su mayor parte eran papeles.
¡Papeles! Ahí era donde iban a parar mis árboles. (De hecho, aproximadamente el 40% de los residuos municipales de Estados Unidos consiste en productos de papel.)1
 Los árboles salían de mis bosques del Pacífico Norte, llegaban a las
veredas del Upper West Side de Manhattan y… ¿adónde iban después?
De repente sentí una gran curiosidad. No podía quedarme ahí; necesitaba
descubrir adónde iba a parar el papel que desaparecía día a día del borde de la
vereda. Entonces hice una excursión al infausto vertedero de Fresh Kills, en Staten
Island. Con su extensión de 11,9 kilómetros cuadrados, Fresh Kills era uno de los
basurales más grandes del mundo. En 2001, año de su cierre oficial, se decía que
esa montaña hedionda era la estructura más grande que la mano humana hubiera
erigido en el planeta, con un volumen mayor que el de la Gran Muralla China y
picos que le llevaban 24 metros de altura a la Estatua de la Libertad.2

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